Abrió los ojos. Lo primero que le
pasó por la cabeza fue ¿Dónde estoy? Seguido rápidamente por un ¿Qué es ese
bicho que tengo enfrente? Y un ¡Socorro! No tuvo tiempo para buscar respuesta a
ninguna de las dos preguntas porque el ser misterioso se inclinó sobre ella,
acercando su cara carmesí a menos de un palmo de la suya. El aliento le olía
raro, como a puré de frutas caducado. Una mano de seis dedos, también roja, se
aproximó a su nuca y con un movimiento brusco le clavó algo. Notó el pinchazo
al instante, fue algo doloroso. Después llegó una sensación nueva, algo para lo
que no estaba preparada. Era como si su cerebro ya no fuera del todo suyo.
El extraterrestre se irguió y
ella sin saber por qué lo hacía le imitó y se puso de pie, comprobando que era
mucho más alto que ella. Se miraron fijamente a los ojos, analizándose
mutuamente. El cuerpo entero del ser era rojo, salpicado momentáneamente por
pecas marrones; los brazos eran excepcionalmente largos y estrechos, con una
articulación de más, preparados para una manipulación muy ágil de cualquier
herramienta compleja. Por fin el extraterrestre tomó la iniciativa.
–Bienvenida –dijo en un idioma
que no conocía pero que sin embargo comprendió perfectamente.
– ¿Cómo…? –Empezó a preguntar,
pero él le interrumpió a mitad.
– ¿Cómo eres capaz de entenderme?
¿Era esa tú pregunta? Tiene una explicación muy fácil. Te acabo de conectar al
centro de control. Tus pensamientos son subidos y analizados y a su vez se te
descargan órdenes y datos de utilidad, entre ellos un paquete completo de
traducción.
Se quedó en blanco. Sabía que lo
lógico era que en ese momento se volviera histérica gritando e intentando
correr, o al menos que se preocupara; pero fue incapaz, como si algo en su
cabeza se lo impidiera.
–No es tan malo cómo te imaginas.
Realmente vas a ser una privilegiada. Tendrás acceso a lujos que ahora mismo no
se te pueden llegar a ocurrir y sobrevivirás a la invasión que le espera a tu
mundo. Ahora, simplemente sígueme.
Empezó a andar casi sin darse
cuenta, marchando detrás del extraterrestre.
OCHO AÑOS DESPUÉS
Acababa de volver de una misión y
le correspondían unos días de relax en el planeta madre, pero el centro de
control le había enviado una citación urgente con su superior. No le gustaba,
por mucho que evitara tener sentimientos contra el centro de control. Era la
tercera vez ese mes que le pasaba. Trabajaba enteramente para ellos, a pesar de
que hubieran invadido su planeta y que todos sus familiares y amigos fueran
sirvientes de las especies superiores, con suerte. Todos sus actos y sus
pensamientos se los dedicaba enteramente a ese gran ordenador que todos
llamaban el centro de control; mejorándolo, protegiéndolo cuando podía y sin
embargo él no hacía nada más que llamarle con más misiones y más encargos. No
era que le disgustase su trabajo, ni mucho menos, lo amaba, pero sabía que si
no descansaba rendiría menos y sería incapaz de complacerle correctamente, no
comprendía como él no lo veía así.
Subió
con cuidado las escaleras metálicas. Los escalones estaban pensados para
individuos que midieran como mínimo veinte centímetros más que ella y se
notaba. Cuando llegó arriba la puerta se iluminó y puso en letras claras: qwegr que evidentemente significaba
entra. Hizo caso y atravesó el umbral. Dentro le esperaba su jefe, un ser muy
bien situado en la jerarquía del centro porque pertenecía a una de las especies
más antiguas de la unión de planetas, una de las cinco razas consideradas puras
y portadoras de sabiduría: los dom-vuur.
–Tengo trabajo para ti. –Dijo
mientras por su cuerpo traslucido se veían subir y bajar vesículas de colores.
–En el tiempo que llevas trabajando para nosotros has demostrado no tener
pensamientos malintencionados, por eso eres la persona ideal para llevar este
caso. Efriudse, un trabajador con un nivel de control mental intenso ha
logrado de alguna forma desconectarse del ordenador. Tienes que encontrarlo y
averiguar cómo ha conseguido liberarse. Entenderás que es un asunto sumamente
delicado, así que nadie fuera de esta sala debe saber que lo estás
investigando.
–Lo sé. Pero para investigarlo en
condiciones necesitaré algo más. –No quería sonar exigente, pero era la verdad,
no le bastaba con lo que tenía.
–Acceso a los registros del
ordenador central. Lo veo en tu mente. Lo tendrás en tu terminal personal. No
creo que sea necesario advertirte, pero significa que vas a manejar más poder
del que te debería corresponder.
–Lo sé. –Era contestación
suficiente porque su jefe podrá comprobar en sus pensamientos que era verdad.
–Ten cuidado y tráeme resultados.
Abandonó la sala y se dirigió
rápidamente a su habitáculo tomando una cápsula de transporte individual. Una
vez que había entrado se dirigió casi corriendo a su ordenador. Sabía que
estaba disfrutando de un gran honor que muy pocos llegaban a tener, ante sus
ojos se extendían miles de pensamientos pertenecientes a todos los individuos
conectados, incluyendo los suyos; aunque no los de su jefe porque él era un
trabajador de libre pensamiento, un estatus no accesible a un simple humano. Se
centró en buscar los registros correspondientes a su fugitivo, sobre todo su
ubicación y sus pensamientos en el momento exacto de su desconexión. Cuando por
fin los encontró descubrió que eran totalmente vulgares, sin contener señales
del plan que le había llevado a la libertad.
Tenía que reconocer que se sentía
decepcionada, se había esperado alguna referencia a la desconexión, aunque
fuera pequeña, que alguien hubiera pasado por alto. Era la paradoja del nivel
de control mental intenso: la mayor parte de las conexiones correspondían a esa
categoría, por lo que todos los pensamientos de esos individuos deberían estar
vigilados casi de continuo, pero el número de vigilantes era tan bajo que no
llegaban a comprobar todas las ideas asignadas a tiempo real, así que si tenían
que ignorar algún pensamiento solía corresponder a los de los trabajadores
menos cualificados clasificados como nivel de control mental intenso. Por eso
había supuesto que ese individuo había tenido una idea afortunada cuando nadie
vigilaba sus pensamientos y había logrado soltarse, pero no aparecía ninguna
prueba, era casi como si hubiera ocultado sus pensamientos…
¿Y si lo había hecho? ¿Y si había
ocultado todos sus pensamientos? Entonces no habría necesitado superar todos los
problemas técnicos y fisiológicos de una desconexión, simplemente tendría que
tapar sus pensamientos y todos creerían que ya no estaba dentro. Además así
evitaba el problema del idioma, sin la conexión no sería capaz de comunicarse
en la lengua oficial, pero si seguía dentro todavía tendría todos los paquetes
de traducción. Estaba sorprendida, Era un plan perfecto una vez se conseguía
acceso al ordenador central… ¡Acceso al ordenador central! Estaba dentro y
podía seguir todos sus pensamientos, sabría lo que había averiguado, podía
seguir sus progresos y huir siempre que se acercara. ¿Cómo podía cazar a
alguien que tenía acceso a todos sus pensamientos? Solo había una forma, anular
su conexión… Intentó borrar de su mente esa idea en cuanto llegó, pero ya era
demasiado tarde. ¡Había pensado en salir! No era lo que ella deseaba, lo sabía.
Solo lo había considerado como un método para cumplir mejor con su cometido,
ojalá aquellos que leían su información lo comprendieran.
Los datos que estaba mirando del
ordenador desaparecieron de la pantalla, en su lugar ponía: su petición ha sido
concedida. ¿Qué petición? No había solicitado nada. Empezó a pensar que era un
mensaje erróneo cuando notó algo diferente en su mente, le habían liberado del
ordenador central, su conexión estaba prácticamente rota, solo recibía lo
necesario para comprender el idioma. Ya no tenía problemas para completar su
misión.
Se volvió a centrar en el
fugitivo. Una cosa era independizarse mentalmente del ordenador y otra era
hacerlo físicamente. Los implantes llevaban un localizador integrado que
permitía saber en todo momento donde se encontraba un individuo. Podía
habérselo quitado, pero ¿Cómo? El proceso de extracción era extremadamente
arriesgado, y además era casi imposible que una persona pudiera llevarlo a cabo
sin ayuda. Tenía que haber otra manera, una que explicase su desaparición
repentina. Pero a parte de una extracción solo había dos maneras de que no se
localizara un implante, la primera era que su dueño estuviera muerto y la otra
era que se encontrase dentro de la localización física del ordenador central.
Eso era lo peor que podía pasar, pero no existía otro motivo lógico que
coincidiera con todos los hechos.
Se levantó y paseó lentamente en
círculos. No podía evitar pensar que en el fondo siempre lo había sabido, pero
enterró esa idea lo más profundo que pudo. Lo importante en ese momento era que
sabía dónde estaba su objetivo y podía ir a por él. Cogió su arma, odiaba esos
trastos pero sabía que podía necesitarla, y sin más preliminares salió por la
puerta dispuesta a acabar con todo ese asunto lo antes posible.
Una misión anterior ya le había
llevado a ese lugar, así que llegó sin problemas. No había nadie vigilando,
suponían que el control mental era suficiente seguridad, quizá se equivocaban.
Atravesó la puerta y se encontró mirando a su fugitivo.
– ¡No vas detenerme! –Gritó
desesperado, mientras le apuntaba con un arma de juguete.
Ella respiró hondo, sabiendo que
se encontraba en un ambiente seguro, y dejó que corrieran por su mente todos
los pensamientos oscuros que no había querido tener ni siquiera cuando había
sentido la soledad en su cabeza.
– ¿De verdad crees que quiero
hacer eso? –Se rio, con una risa propia de la bruja malvada de una película
infantil. –Si no fuera por mí no podrías haber llegado hasta aquí.
– ¿Qué dices? –El pobre estaba
confuso, y era algo perfectamente lógico, no podía llegar a comprender todo lo
que había pasado a su alrededor.
– Piénsalo un momento. ¿Tú hasta
ahora habías tenido las habilidades técnicas para llevar a cabo este plan? Ya
te digo yo que no. Tus conocimientos en ese sentido son muy pobres, pero lo que
sí que tenías desde siempre era un gran deseo por escapar. Eso me sirvió. Hace
unos meses mis misiones me llevaron hasta este lugar, un sitio oculto de los vigilantes,
totalmente seguro. Yo, como cualquiera también quería ser libre, pero sabía que
si intentaba huir en aquel momento no tardarían nada en localizarme, así que
improvisé un plan. Estando aquí tuve un acceso temporal al sistema de
trasmisión de pensamientos, así que busque a una persona con disposición para
fugarse, más concretamente a ti, y te introduje las instrucciones para
conseguir ocultarte y llegar aquí. Después olvidé lo que había hecho y continué
con mi vida hasta el momento en que las órdenes que había metido en tu cabeza
se activaron, cuando empecé a buscarte sin recordar mi plan.
–Y aquí estamos –comprendió su
interlocutor. – Aun así, nos buscaran, sabrán que has venido aquí.
–Conseguí que me desconectaran
voluntariamente. Todo estaba previsto.
– ¿Y el localizador? Pueden
seguir tus pasos. En cuanto salgas y descubran que no estás trabajando para
ellos te perseguirán.
–No lo harán. Porque no sabrán
que los he traicionado. Ese es el punto maestro de mi plan. ¿Ves ese ventanal
que cae cientos de metros? Para ellos nosotros nos caeremos por ahí. Pensarán
que estamos muertos y no nos buscaran, ni nos rastrearan, seremos invisibles.
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