Estaba lloviendo. El cielo estaba oscuro y el
aire soplaba fuerte. Abandonó el edificio con su paraguas roto en la mano. No
estaba siendo un buen día para ella, y en ese momento solo podía empeorar. El
agua empapaba sus ropas que se habían vuelto pesadas y pegajosas. Caminó
deprisa, intentando permanecer lo más seca posible. Estaba tan nerviosa que no
podía parar de mirar a su alrededor; nadie podía saber a dónde iba o qué iba a
hacer.
Llegó diez minutos después. Estaba en frente
de un enorme edificio gris que solo tenía unas pocas ventanas y una puerta
metálica en mitad de la pared. Llamó. La puerta se abrió lentamente, con un
extraño sonido grave. Entró y encendió una pequeña luz. Parecía una habitación
vacía, pero sabía que no estaba sola.
–Estoy aquí –Gritó.
No recibió ninguna respuesta. Ni siquiera un grillo solitario.
–Me pediste que viniera. ¿Qué quieres?
Nada. Empezó a pensar que no había nada en
ese lugar excepto aire. Oyó un ruido. Quizás la habitación solo estaba casi
vacía. Quería pensar que tenía confianza en sí misma, pero la verdad era que
estaba asustada, llevaba asustada todo el día.
Todo había empezado
esa mañana, cuando había encontrado una carta anónima en su casa. Era muy
corta, solo unas pocas palabras: “Sé
quién eres. Ven esta noche a esta dirección si no quieres que el mundo sepa lo
que yo sé.” No se lo había podido creer. Su pasado estaba volviendo. Había
cambiado su vida dos años antes, y pensaba que lo había dejado todo atrás, pero
eso era imposible.
–Aquí
estás—dijo una voz profunda a su espalda. –Sabía que vendrías. No quieres que
tus secretos sean desvelados.
Era un hombre
mayor de ojos azules que llevaba un traje oscuro combinado con una corbata de color azul
marino.
– ¿Por qué
estoy aquí?
–Ten paciencia,
te lo diré. Ahora tienes que venir con migo.
– ¿A dónde
vamos?
–Ya lo veras,
te lo prometo. Vamos.
Abandonaron el
edificio por una pequeña puerta trasera escondida detrás de una vieja cortina
polvorienta. Fuera les esperaba un coche negro en el que se subieron. El hombre
condujo 100km, durante los cuales pudieron ver como se acababa la ciudad y
entraban dentro del bosque. Finalmente pararon al lado de una cabaña
destartalada. Pensó que no podía ser peor; reconocía el lugar, había estado ahí
antes.
–¿Quién eres?
¿Por qué me has traído aquí? –Preguntó muy preocupada.
–Acabas de
reconocer el sitio. ¿No? Un amigo íntimo quería que vinieras a esta vieja casa.
– ¿Todavía está
vivo?
–Sí, y nunca te
he olvidado.
Se giró lentamente. Estaba mirando aun
fantasma. Un fantasma al que había matado dos años antes.
–Te maté.
–Fallaste.
–¿Cómo? ¿Cómo sobreviviste?
–Deberías saberlo. No me mataste
correctamente, no fuiste capaz.
Retrocedió. Nunca había estado segura de que
estuviera muerto, y ahora él estaba mirándole. Quería algo, y lo más probable
era que fuese venganza.
–Cambiaste. ¿Por qué?
–¿Qué?
–Hace dos años cambiaste. Te rendiste y
huiste. Intentaste acabar con todo lo que perteneciera a tu vida anterior,
incluyendo matarme. Te perdono, solo dime. ¿Por qué cambiaste?
–No me gustaba ver en lo que me había
convertido. Comprendí que estábamos haciendo daño a mucha gente, quise parar.
–Muy pocas veces heríamos a la gente. Casi
siempre ayudábamos a los demás.
–Ese es el problema, casi siempre no es
siempre.
–Quizás podríamos mejorar.
–No, no podemos.
–Inténtalo de nuevo.
– ¡Bien! Esa es la razón por la que estoy
aquí. –dijo sin sorprenderse. –Necesitas mi ayuda. ¿Me equivoco?
–No Pero no te habría buscado si no fueras la
única persona sobre la faz de la tierra que puede ayudarme.
– ¿Cuanto?
– ¿Qué? No te
entiendo.
– ¿Cuánto te
pagan?
–Medio millón.
En ese momento
era el hombre que ella había conocido, tan interesado en el dinero que ignoraba
todo lo demás. No buscaba venganza, solo terminar un trabajo. Sabía que su
mejor opción era ayudarlo, pero no podía, no quería. Sabía que si tomaba esa
decisión se odiaría durante años, traicionaría todos los esfuerzos que había
hecho para cambiar; pero rechazar el trabajo podía significar que decidiera
matarla. Era muy difícil, no había ninguna alternativa buena. Le miró. No podía
volver a su pasado; no podía.
–Escúchame
cuidadosamente. No te voy a ayudar, ni hoy, ni mañana. Nunca te ayudaré. ¿Ok?
¿Me has entendido?
–Sí. Y es una pena. Realmente quería que
pudieras ayudarme. Tienes que creerme cuando digo que lo siento. –Se giró hacia
el hombre que la había conducido hasta la cabaña. –Mátala.
El hombre sacó una pistola del bolsillo. Se había olvidado de él durante la discusión y eso tenía pinta de
ser su último error. Corrió entre los árboles, escondiéndose en la oscuridad de
la noche. A veces paraba para escuchar los pasos de su perseguidor. Estaba muy
cerca. No podía correr lo suficientemente rápido como para alejarse. Disparó. La
bala alcanzó una rama que estaba solo cinco centímetros por encima de su cabeza,
la siguiente vez sería su cuerpo. Corrió cincuenta minutos antes de que pasara,
cuando se cansó y empezó a ir despacio. Primero oyó la detonación, y después
sintió el dolor en el hombro. La sangre goteó profusamente por su abrigo y
empapó la tierra del bosque. Gritó y se alejó corriendo.
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