La comida ya estaba. Alargó la mano y extrajo
la bandeja. Estaba fría, el dron se había vuelto a retrasar y era la tercera
vez ese mes. Ya se estaba cansando, se suponía que vivían en el mejor mundo que
había construido el ser humano. Se suponía que habían superado las adversidades
que habían creado sus antepasados por ignorancia o por egoísmo. Al menos esa
era la historia que siempre le habían contado una y otra vez, tan repetida que
se la sabía de memoria:
Todo había empezado doscientos años antes,
cuando la Tierra sufría una epidemia de superpoblación. Las materias primas
resultaban casi inaccesibles y no había espacio para que todas las personas
pudieran vivir. La gente de aquella época se enfrentaba a un complejo dilema.
¿Como conseguir espacio y comida para todos? ¿Como evitar que el planeta se
desmoronara de tal forma que fuese imposible mantener más generaciones sobre su
superficie? Y entonces las mejores mentes crearon las cápsulas. Fruto de años
de trabajo desesperado, sin esperanzas de éxito, las cápsulas eran pequeños
habitáculos destinados a sustentar a un individuo a lo largo de toda su vida
que se podían almacenar en altas torres compactas. Así se reducía la superficie
del planeta desperdiciada en viviendas y podían aprovecharla para la producción
automatizada de comida.
Y ahí estaba, dentro de la cápsula número
8414-7098, esperando a que los drones se llevaran los restos de su comida para
poder ponerse a trabajar. Notó un temblor. ¿De verdad? ¿Se estaban dedicando a
adaptar la arquitectura en ese momento? No se podía negar que estaba teniendo
un mal día. La pantalla se iluminó, mostrando el típico mensaje de "Mantenga la calma, esto es una
operación rutinaria." Se recostó exasperado, odiaba ese tipo de
cambios de última hora. El movimiento cambió, en lugar del típico bamboleo
horizontal sintió una fuerte aceleración hacia abajo ¿Qué estaba pasando? Los
niveles inferiores estaban dedicados al almacenamiento de comida y al reciclaje
de cápsulas. No tenía sentido que bajara, no era un lugar para él, eso estaba claro.
Frenó. La cubierta superior de la cápsula se
desprendió. ¡No! Antes estaba extrañado, pero en ese momento estaba totalmente
asustado. El techo estaba diseñado para que solo se abriera en un único
momento, cuando el ocupante estuviera muerto; y él estaba convencido al 98% de
que todavía seguía vivo. Un brazo robótico se le aproximaba lentamente. Estaba
lleno de unas manchas marrones y tenía la sensación de que no se trataban de
óxido. Tenía que alejarse de ahí, pero ¿Cómo? Antes la gente sabía caminar y
correr, pero con la tecnología de ese momento esas habilidades se habían
quedado obsoletas, ni siquiera tenían espacio para desarrollarlas; pero lo que
estaba claro era que algo tendría que hacer si no quería que esa máquina lo
tratase como si ya estuviera muerto, porque si se quedaba quieto sí que sería
un muerto de verdad.
Lo primero que quiso probar fue enviar un
código de socorro a través del ordenador. Al leer: “Estamos tramitando su emergencia, espere…” pensó que había
funcionado, pero en lugar de detenerse el brazo robótico el único cambio fue el
típico mensaje de "Mantenga la
calma, esto es una operación rutinaria." en la pantalla. No tenía
sentido, deberían existir múltiples protocolos de seguridad que previnieran una
situación como esa; casi parecía intencionado... Tenía que salir de ahí, de
alguna forma tenía que conseguir alejarse de ese artefacto. Se intentó impulsar
con los brazos. Pesaba demasiado, no podía. Miró hacia arriba, el brazo
robótico llegaría a su altura en menos de un minuto. Estaba acabado, no había
escapatoria. Rodó con fuerza hacia el lateral de la cápsula. Esta se balanceó
suavemente. Repitió esta misma acción varias veces, hasta que le dolieron todos
los músculos por el esfuerzo. No podía pararse en ese momento, casi lo había
conseguido. Dio un empujón más, sacando fuerzas de donde no había. El
habitáculo volcó, disparando su cuerpo a un par de metros de distancia; a
salvo. Respiró hondo y contempló como el brazo robótico descendía sobre la
cápsula, intentando agarrar un cuerpo que ya no estaba ahí.
Llevaba como mínimo una hora tirado en el
suelo cuando llegó otra cápsula para su reciclaje. Tenía escrito el número
8414-7099. Qué raro, justo la siguiente a la suya; quizá antes habían querido
reciclar esa y se habían equivocado al coger la suya. La cubierta se retiró y
en ese momento salió un grito de terror del interior. ¿También estaba vivo? Eso
ya no tenía ningún sentido. ¿Los estaban matando por algún motivo? Los gritos
se intensificaron. El brazo robot estaba rozando el cuerpo. Se tapó los ojos,
no quería ver lo que estaba a punto de pasar. Lo que no pudo hacer fue taparse
los oídos, así que escucho los gemidos de dolor hasta que se acabaron de golpe.
No había ninguna duda, aquello era
intencionado. Por algún motivo alguien quería reciclar las cápsulas antes de
tiempo. Miró a su alrededor, había multitud de máquinas en funcionamiento pero
la cápsula usada solo pasaba por un par de ellas. ¿Qué hacían todas las demás?
No tenía muy claro que quisiese averiguarlo. Quería marcharse de ahí, y rápido.
Intentó ponerse de pie, usando la postura que había visto en los videos
antiguos; pero resultó ser mucho más complicado de lo que parecía, además de
peligroso. Una vez descartado lo de caminar probó a arrastrarse por el suelo
impulsándose con los brazos. Avanzó un poco. Se dirigió como pudo hacia una
pared por la que se filtraba un poco de luz.
No podía más, se había mareado, el cuerpo
entero le dolía y había descubierto músculos que no sabía que tenía; pero por
fin había llegado a la abertura. Era una especie de puerta, tan luminosa que no
podía distinguir lo que había fuera; solo pudo apreciar una silueta erguida que
se le acercaba.
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