Solo pudo apreciar una silueta erguida que se
le acercaba. Esta se agachó, lo alzó como si no pesase nada y lo echó dentro de
una especie de carreta vieja y oxidada.
Nunca sabría lo que pasó las horas
siguientes, lo único que recordaría era un movimiento constante y un ruido de traqueteo.
Se despertó tumbado en una superficie extraña que se hundía al tocarla. Delante
de él había una persona que le miraba fijamente, seguramente la silueta de
antes.
– ¿Dónde estoy? –preguntó totalmente confuso
y agobiado por lo lejos que estaban las paredes. No se había dado cuenta hasta
ese momento de que necesitaba sentirse cobijado en un sitio pequeño para poder
estar tranquilo.
–A salvo. –Contestó la persona misteriosa mientras
se acercaba, dejando que viera que se trataba de un hombre de mediana edad con
una barba gris mal cuidada. –Has tenido mucha suerte, muy pocos sobreviven al
reciclado de su cápsula. ¿Cómo quieres que te llame?
– ¿Llamarme? Soy el nº 8414-7098. –Sin
comprender muy bien porque necesitaba indicarle su identificación, todo aquel
que quisiera comunicarse con él podía acceder a ella a través de su pantalla.
–Un poco largo. ¿Qué te parece Félix?
–Bien… –Contestó algo extrañado, encontrándose
todavía perdido en esa situación.
–Ahora te estarás preguntando que es lo que
te ha pasado. Porqué has estado apuntó de morir. Podría explicártelo, pero no
estoy seguro de que seas capaz de aceptarlo.
–Seré capaz, te lo aseguro. –Se envalentonó.
–Eso ya lo veré yo. Levanta, vamos a dar una
vuelta y quizá te lo cuente.
Probó a erguirse. No era fácil. Pero después
de varios intentos consiguió mantener la postura sujetándose en una pared.
–Sígueme. –Le dijo el hombre lanzándole un
palo de madera. –Para que te apoyes en él.
Lo cogió y marchó detrás de ese tipo
misterioso, lentamente pero seguro. Salieron de la edificación en la que se
encontraban. Fuera todo eran campos de cultivo, interrumpidos de vez en cuando
por las torres de cápsulas. Todo era tal y como se lo había imaginado siempre,
tal y como se lo habían descrito.
–Gírate. –Le ordenó su acompañante.
Obedeció y lo que se encontró de frente era
algo que no tenía sentido. Ante sus ojos había aparecido una agrupación
ineficiente de casas, lo que antiguamente se habría llamado ciudad.
–Yo creía que habían destruido todas.
–Y lo hicieron, ten por seguro que lo
hicieron.
– ¿Entonces? –Preguntó, sin comprender una
vez más lo que estaba pasando.
–Esta es mucho más moderna. No hace tanto que
la construyeron. La llaman La nueva ciudad, o simplemente La ciudad.
– ¿Quién vive en ella?
–Es una historia muy larga, te recomiendo que
te sientes si quieres escucharla. Como sospecho que ya sabes, cuando la Tierra
no pudo más se destruyeron todas las viejas ciudades para construir la torres
de cápsulas. Lo que quizás no te hayan contado es que hubo bastante rechazo
ante esa media, la gente acostumbrada a vivir en casas o pisos se negaba a
reducir su espacio vital a menos de un metro cuadrado. El ejército obligó a los
ciudadanos a mudarse, dejando a unas pocas personas para que mantuvieran los
campos y la maquinaria, yo desciendo de ellas. Una vez hecho esto era el turno
de que los soldados entraran en sus propios habitáculos, pero como al resto de
la gente a ellos tampoco les gustaba la idea y decidieron quedarse fuera, creando
su propia ciudad, la que ves ahí, ignorando todos los planes para salvar la
Tierra. Y aquí estamos ahora, han pasado un par de siglos desde aquel momento y
en realidad el ser humano no ha logrado nada. Vosotros vivís en vuestras
pequeñas cajas de hojalata sin hacer nada de provecho, solo comiendo vuestras
diminutas raciones. Después estamos nosotros, cultivando la comida para todos
en nuestras pequeñas casas. Y por último están ellos –en ese momento señaló a
la ciudad –disfrutando de la vida a costa de los demás, en sus grandes palacios
de cristal; ignorándoos a vosotros, despreciándonos a nosotros. Y ahí está el
gran problema de hoy.
– ¿Qué problema hay? –Dudó, demostrando que
la vida en soledad no le había preparado para pensar en los demás.
–Te agradezco mucho la comprensión que
demuestras hacia el esfuerzo de los demás; pero incluso desde tu mirada egoísta
para ti es un gran problema. A diferencia de lo que te han contado, el sistema
de las cápsulas fue creado como una solución a corto plazo, estando prevista la
vuelta a nuevas ciudades un siglo después de su implantación, pero como ves eso
no se hizo, y está trayendo problemas. Los habitantes de la ciudad cada vez nos
presionan más para que produzcamos comida para ellos, y nosotros cada vez somos
menos. Así que, aunque haya ganado y campos de cultivo suficientes ahora hay escasez
de comida porque hay falta de trabajadores; bonita paradoja. ¿Y sabes quienes
se quedan cortos? Vosotros.
– ¿Por eso los drones de comida siempre
llegan tarde?
–Jajajajajajaaaaaaaaaa, si solo tuvierais ese
problema... Los drones llegan tarde porque tienen más de dos siglos y nadie los
repara. Cuando se construyó todo se preparó un sistema de seguridad para los
casos extremos y se ha puesto en marcha, eso es lo malo.
– ¿Tan grave es?
–El mecanismo es muy simple. Se procede al reciclado
precoz de algunas cápsulas para reducir el número de bocas que alimentar y
tener una fuente alternativa de proteínas. Por eso es necesario abrir al mundo
las torres de cápsulas, para que este sistema no destruya a la mayor parte de
la humanidad.
– ¿Fuente alternativa de proteínas? –preguntó,
incapaz de asimilar el que tendría que haber sido su futuro.