Miró impaciente a las vías. Su
transporte tenía que llegar pronto, al menos eso era lo que necesitaba. Estaba a
solas en mitad de la nada esperando a un tren que quizá nunca apareciese. La
situación parecía desesperada básicamente porque lo era. Miró por enésima vez
el gran reloj que colgaba justo en el límite del andén, ya había pasado la
hora, hacía un buen rato que había pasado y sin embargo todavía estaba ahí de
pie con la efímera esperanza de que algún tren pasase, fuese a donde fuese. En
ese momento ya no le importaba el destino, ya solo le importaba salir de ahí.
A su espalda no había nada, solo
la estructura de madera de la estación que parecía totalmente abandonada, llena
de polvo y solo con un viejo panel luminoso que milagrosamente todavía funcionaba
anunciando los próximos trenes que al parecer nunca iban a llegar. Más allá
solo estaba aquel pequeño pueblo al que no quería volver. No podía rendirse,
algún tren pasaría. Había llegado en uno así que solo tenía que esperar a que
pasase otro para poder marcharse, pero no pasaba ninguno.
En ese momento ya no tenía claro
por qué había decidido ir hasta ese lugar tan alejado de cualquier parte. Había
sido sin duda una mala decisión, quizá de las peores que había tomado y eso que
la lista era larga. Se había cansado de la vida que había tenido hasta
entonces, había que reconocer que no había sido buena, y decidió cambiarla.
Aquel cambio le llevó a acabar bajándose en esa estación de un tren
destartalado que solo paró lo justo como para entregar el correo de ese lugar
apartado. Entonces le sorprendió ver a todo el pueblo esperando con avidez las
cartas cuando hasta entonces nunca le había dado importancia a encontrarlas en
su buzón, ahora ya sabía por qué. Después de tres años en el lugar no había
vuelto a ver pasar un cartero, quizá todavía faltase mucho para que llegara o
quizá iba en el tren que estaba a punto de coger, porque seguía con la
convicción de que si seguía esperando al final podría marcharse.
Estaba oscureciendo y todavía no
había rastro del tren, tres horas después de la hora prevista. Si no llegaba se
quedaría esperando toda la noche, todo con tal de no volver al pueblo. Ese no
era su lugar, lo había sabido desde el primer día cuando los vecinos empezaron
a cerrar puertas y ventanas a su paso. Aun así se había quedado y se había
acostumbrado a que la gente le rehuyera e intentase esquivarle cada vez que se
cruzaba en su camino. Quizá habría sido mejor marcharse después de tener
semejante recibimiento, quizá no tendría que haber acabado en esa fría estación
esperando a un tren que nunca llegaba; pero había tenido demasiado optimismo y
muy poca inteligencia.
Hubo un ruido a lo lejos. Se
despertó de golpe. Si alguien le preguntase nunca reconocería haberse dormido.
A lo lejos se acercaba un tren, nada sonaba igual. En seguida vio sus luces
agrandándose rápidamente. Quizá demasiado rápidamente. Con forme el vehículo se
acercaba empezó a dudar de que fuese a parar. Aun así no pensaba rendirse.
Empezó a correr lo más rápido que pudo con la clara intención de subir al tren
por mucho que estuviese en marcha.
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