Cuando Erundino García era un
niño siempre quiso tener una mascota diferente, única. Veía a los otros niños
paseando a sus perros, su gatos incluso sus hurones y pensaba que eso no era
para él. No comprendía por qué querían acariciar una cobaya o un hámster, que
para él no era nada más que una simple bola de pelo. No quería una serpiente o
un lagarto cualquiera que podía conseguir rebuscando por el campo. Él quería
algo único que nadie más pudiera tener. Por eso cuando tenía treinta años hizo
lo que hizo. Hoy en día solemos considera que fue una estupidez, la decisión
más destructiva jamás tomada; pero entonces solo fue el deseo imposible que un
niño no podía llevar a cabo hecho realidad.
Erundino Tenía acceso a un
precioso laboratorio de última tecnología dado su trabajo, pero lo más
importante, siempre había tenido una gran imaginación. No sabemos exactamente
por qué, un día decidió rescatar su sueño de juventud para llevarlo a cabo. Lo
primero que hizo fue comprarse huevos de cocodrilo, evidentemente no era su
mascota ideal, pero los necesitaba, un punto de partida perfecto para su
pequeñín. Durante meses se dedicó a buscar en bases de datos de genomas. Al
final, cuando cualquier otro se hubiera desesperado mucho antes ante la
inmensidad de los resultados, él consiguió aislar todo lo que necesitaba.
Según lo que cuentan los diarios
que se han podido recuperar y que escribió sobre su “mascota” en aquel momento
había seleccionado genes de más de media docena de animales. Genes de
murciélago para crear las alas, de gato para los ojos, de ciervo para los
cuernos, de caballo para la cabeza y el cuerpo, de jirafa para el cuello, de
lagarto ocelado para que las escamas que lo recubrirían todo, el sistema defensivo
del escarabajo bombardero y muchos más para crear un metabolismo perfecto. Erundino
era concienzudo y se aseguró de que su mascota fuera resistente a enfermedades
y a ataques, el animal más blindado que jamás había existido.
Cuando ya hubo seleccionado todos
los elementos los junto con la ayuda de las mejores herramientas de ingeniería
genética que tenía al alcance y así entre sistemas CRISP, dedos de zinc y enzimas
de restricción consiguió unos preciosos cromosomas que delicadamente introdujo
en sus huevos de cocodrilo.
Unos meses después su mascota
nació. Un diminuto dragón de escamas brillantes, un sueño hecho realidad y una
pesadilla por venir. Erundino le puso un nombre ridículo a la criatura, ñoño y
adorable, del estilo de llamita o fuegecito, un nombre que por suerte ya no se
recuerda. Cuido de su criatura como si fuera un perrito y en cuanto pudo
moverse con libertad lo enseñó al mundo. La sociedad se maravilló con lo que
estaban viendo, era una leyenda que había cobrado vida gracias a la ciencia, un
ser que parecía dulce con sus ojos enormes y cariñoso cuando Erundino Le acariciaba
la tripa desprotegida.
Pronto todos los niños quisieron
su propio dragón, un perro corría meneando la cola por un palito, un gato
ronroneaba y caminaba con elegancia, un lagarto era tranquilo y paciente; pero
el dragón hacía todo eso y mucho más. Erundino hizo variaciones en su diseño y
empezó a vender los huevos, ahora había más colores y más tamaños; una especie
única nacida de la nada. Enseguida su creador se hizo de oro, las ventas
ascendían a millones y las bolsas se arrodillaban ante él. Por aquel entonces
era un héroe, un tiempo después el mundo dejó de ser tan ingenuo.
Los problemas llegaron después.
Los dragones eran animales voladores y como cualquier pajarillo tenían la
tendencia de marcharse a dar una vuelta volando. Pero no es lo mismo una
cotorra fuga, que ya daba problemas que un animal de más de medio metro de
envergadura capaz de escupir ácido hirviendo cuando se enfadaba.
Las poblaciones de dragones
silvestres crecieron rápidamente en las grandes ciudades. Al principio solo era
una molestia para los vecinos, no podían dejar ropa en la ventana porque
acababa en llamas, no podían dormir por las noches por el ruido de las alas y
tenían que tener cuidado para no pisar mierda de dragón cuando salían de casa.
Pero pronto todo empeoró, los dragones tendían a formar grandes colonias que
ocupaban las azoteas de los edificios. Como eran animales carnívoros atacaban a
palomas y gatos asilvestrados, pero esa fuente de alimento acabó agotándose,
ese fue el momento en el que el mundo se hundió del todo.
Sin nada que poder comer los
dragoncitos se lanzaron hacia la única fuente de carne todavía existente, los
humanos. Lo primero que se oyó fueron unos pocos ataques a niños solitarios,
nada que se pudiera confirmar porque nunca se encontraron los cuerpos. Cogieron
práctica y después llegaron los adultos despistados, algunos de los cuales
sobrevivieron para contar lo que había pasado, mordisqueados y quemados pero
todavía capaces de hablar.
La situación estaba fuera de
control así que los gobiernos decidieron actuar, evacuaron las zonas más
afectadas y reasentaron a sus habitantes, al menos a los que todavía estaban
vivos. No sirvió de nada, los dragones simplemente volaron a otro lugar. Se
respondió intentando atacar a las criaturas, pero estaban demasiado bien
diseñadas, Erundino se había encargado de eliminar todos los defectos
evolutivos que hacían al resto de seres vivos vulnerables; unos pocos morían
pero mayoritariamente sobrevivieron.
No quedaba ninguna solución. Los
humanos huimos, nos escondimos donde pudimos pero dio igual, eran rápidos e
inteligentes, nos encontraban y nos comían y sino era peor, se comieron nuestro
ganado, nos dejaron morir de hambre. Hoy solo quedamos unos pocos, la tierra
apenas tiene vida animal y todo es culpa de Erundino García, el hombre que
destruyó el mundo.
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