Sé que esta no es la manera más
ortodoxa de iniciar esta entrada pero tampoco la está escribiendo la persona
más ortodoxa. Soy Cameron Carter el autonombrado capitán de la nave Star
Wanderer de la Tierra y aquí empieza el diario de abordo. No lo escribo para
informar a algún superior, no tengo, lo escribo para que nuestra historia no se
olvide, para que cuando ya no estemos y alguien encuentre nuestra nave sepa
quienes fuimos y como llegamos aquí.
No sé a qué fecha estamos, hace
mucho que perdí la cuenta de los días y no tengo ningún interés en recuperarla;
por eso a partir de ahora diré que es el día uno del año uno de este diario.
Ahora sí. Aquí empieza la entrada
1/1 del diario de a bordo de la nave Star Wanderer:
Hoy, después de varios meses de
recorrer espacio vacío, hemos alcanzado un cúmulo estelar con cientos de
planetas potencialmente habitables. La tripulación de la nave se ha reunido en
pleno para analizar la situación y tras media hora de deliberación los dos hemos
decidido por unanimidad que nos acercaremos a explorar alguno de estos
planetas.
Aquí acaba la entrada 1/1 del
diario de a bordo de la nave Star Wanderer escrita por el capitán Cameron
Carter
––––––
Esta es la entrada 4/1 del diario
de a bordo de la nave Star Wanderer. Sinceramente, no veo el sentido a repetir
continuamente el nombre de la nave, si este registro está en su interior es una
información superflua… Bueno, este no es el momento de discutir ese tema. De lo
que quería hablar es de nuestro descenso al planeta…, al planeta sin nombre (1).
Los dos bajamos a la superficie y
nos encontramos con un mundo completamente deshabitado, aunque con una
abundante vegetación. No vimos ningún rastro de ninguna civilización
desaparecida, solo plantas, arbustos e insectos hasta donde alcanzaba la vista.
Realmente la visita ha sido una auténtica pérdida de tiempo y bastante
aburrida, por cierto. Ya que estábamos ahí George, mi compañero, decidió recolectar
unas bayas locales que milagrosamente tenían un agradable sabor dulzón. Rápidamente
decidimos incluir estos frutos como parte de nuestra dieta, evidentemente por
su excelente valor nutricional, no porque estén riquísimos.
Aquí acaba la entrada 4/1 del
diario de a bordo escrita por el capitán de la nave.
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Entrada 6/1.
Hoy la mitad de la tripulación ha
enfermado. No es algo grave, pero sin duda tiene síntomas desagradables. Como
no disponemos de médico, George permanecerá en observación (realizada por él
mismo) para descubrir lo que le pasa. El único motivo que se nos ocurre es que
nuestras raciones estén contaminadas, por lo que hasta que consigamos hacer los
análisis precisos (primero tenemos que descubrir si tenemos el trasto adecuado)
nos alimentaremos únicamente de las bayas que recolectamos en el planeta sin
nombre (1).
Aquí acaba la entrada 6/1.
––––––
Entrada 7/1
George parece haberse
estabilizado y quizá en unos días se haya recuperado del todo. Por otra parte,
he descubierto que el sistema científico automatizado de la nave puede hacer un
análisis del estado de los suministros de la nave, lo he programado y mañana
tendré los resultados.
Fin de la entrada
––––––
Entrada 8/1
El ordenador me ha facilitado los
resultados del análisis y en mi opinión son desconcertantes. Nuestros
suministros están en perfecto estado. A ninguno de los dos se nos ocurre
ninguna explicación para el estado de George en el caso de que estos datos sean
correctos.
El lado bueno de este resultado
es que podemos recurrir otra vez a nuestros suministros antes de tener que
programar descensos continuados en busca de estas bayas, que sinceramente a mí
ya me empiezan a empalagar.
––––––
Entrada 10/1
En cuanto cambiamos a la nueva
dieta George empezó a empeorar y yo ya presento síntomas. Me he estado
preguntando si al final sí que estaban contaminados los víveres, pero entonces ¿Por
qué no habíamos enfermado hasta descender al planeta sin nombre (1)?
Por suerte hay dos personas a
bordo de esta nave y George ha tenido una idea. Dice que lo que nos hace
enfermar no es nuestra comida, que son las bayas o más estrictamente dejar de comerlas.
Lo malo es que puede que tengamos
una explicación, pero no tenemos una solución. Estaremos atrapados para siempre
en este planeta a no ser que descubramos como dejar de comer estas bayas sin
morirnos. De momento hemos decidido reducir paulatinamente la dosis diaria
hasta eliminarla por completo. Siempre puede pasar que no seamos capaces de
hacerlo y tengamos que asentarnos en la superficie del maldito planeta y
quedarnos a vivir ahí como cultivadores de las bayitas…
––––––
15/1
Al parecer el plan no era tan
malo como sospechaba, los síntomas se mantienen estables aunque cada vez
consumamos menos bayas, al final lo lograremos y todo.
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30/1
¡Lo conseguimos! Están empezando
a desaparecer los síntomas y hace tres días que no consumimos ninguna baya, a
este ritmo en menos de una semana estaremos completamente recuperados.
He propuesto incinerar todas las
plantas por si alguna vez llega otra nave no sufra este problema, pero George
se ha negado, dice que es altamente improbable que exista otra especie en la
zona capaz de construir algún tipo de transporte espacial y que además en el
raro caso de que lleguen a este mismo planeta no podemos saber si tendrán una
fisiología completamente distinta que impida que las bayas les afecten de la
misma manera que a nosotros.
Después de una larga discusión
(es difícil tomar decisiones democráticas entre dos personas) he cedido y no
vamos a marchar dejando las bayas intactas, solo espero que no hagan daño a
nadie más.
––––––
31/1
No tengo nada que escribir,
aunque quizá sea justo eso por lo que estoy escribiendo esta entrada. He estado
pensando y he decidido que este diario no tiene sentido. ¿Para quién lo
escribo? ¿Para alguien que encuentre los restos de esta nave mucho tiempo
después de que los dos muramos? No conocerá la lengua y ni siquiera le
interesará traducirla. No hago más que poner palabras en una lengua ya
olvidada, palabras que permanecerán olvidadas hasta que las hojas en las que
las escribo se desintegren. Hasta escribir este párrafo de despedida es una pérdida
de tiempo, porque me despido de alguien que nunca me conocerá a mi o a mis
palabras.
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