– Aquí estamos reunidos para juzgar su
comportamiento y decidir su destino. Por favor, cuéntenos su historia. – La voz
había salido del asiento central, solicitándole que explicase por qué habían
acabado todos ahí.
No se extrañó, sabía a qué había ido, pero en
ese momento deseó poder salir corriendo de esa sala. No podía, solo podía decir
la verdad, así que empezó a hablar.
– Podría contar toda mi vida, pero me parece
una pérdida de tiempo, así que empezaré en el momento adecuado, hace tres años.
Cerró los ojos y recordó todo lo que pasaba
por aquel entonces, quizá solo lo estuviera narrando, pero para él era casi tan
real como por aquel entonces, quizá incluso un poco más.
– Introducirme en este mundo de locos no fue
algo previsto, simplemente fue una terrible y estúpida casualidad. Un día fui a
cruzar la calle sin mirar y un coche estuvo a punto de atropellarme, pero no me
hizo nada, básicamente porque yo ya no estaba ahí. Cuando quise darme cuenta
estaba en la otra punta de la ciudad. Esa fue la primera vez que me vi envuelto
en un suceso extraño, pero ni mucho menos la última. En los meses siguientes
siguieron ocurriendo cosas inexplicables a mí alrededor, hasta que me vi
obligado a reconocer que yo era el único elemento común.
A partir de ese momento busqué momentos de
tensión para provocar esos episodios en un ingenuo intento de conseguir
controlar esa especie de poder que al parecer tenía. Evidentemente no funcionó,
al menos como yo esperaba, solo conseguí arriesgar mi vida de forma estúpida;
aunque cuando estaba a punto de darme por vencido obtuve mis resultados, o
mejor dicho ellos me encontraron a mí.
Una mañana, en hora punta estaba paseando sin
hacer nada cuando vi a un tipo robar una cartera, lo curioso es que ni siquiera
necesitó acercarse a su víctima, el botín se dirigió a él. No lo dudé y me
dirigí a hablar con él, para contarle todo lo que me había pasado. Al
principio, como era de esperar, no me escuchó, pero acabé por llamar su
atención. Nunca me dijo su nombre, pero me enseñó todo lo que sabía, que ahora
veo que tampoco era mucho.
Cuando hube terminado mi primera formación,
que duró menos de un mes, me marche para explorar el nuevo mundo que había
descubierto. Practiqué por mi cuenta mis nuevos poderes, que por aquel entonces
se ajustaban por completo a su legalidad. Fueron creciendo, más rápido de lo
que habría esperado y me permitieron desarrollar técnicas propias, que
inevitablemente me condujeron al desastre.
Sigo repitiendo que no me salté ninguna
norma, al menos intencionadamente. Pero no fui capaz de mantener una vida
normal con mis conocimientos. Quise usarlos para ayudar a los demás, un
objetivo noble, pero cuanto más intentaba mejorar las cosas más se torcían.
Acabé huyendo de la gente que quería proteger. Vi como mi secreto fue descubierto
y me perseguían por ser diferente. La situación llegó a un punto crítico, estaba
acorralado, a punto de caer, así que en un momento desesperado tomé medidas desesperadas
y no tuve más opción que saltarme las normas, como cualquier otro hubiera
hecho.
Fue entonces cuando creé a mi pequeño
ejército. Cientos, miles de puntos de energía capaces de lanzar un ataque
combinado para defenderme. Funcionaron, sin ellos seguramente habría muerto. Sé
que lo más correcto habría sido destruirlos en cuanto estuve a salvo, pero no
pude, de alguna forma al crearlos había hecho algo demasiado único como para
borrarlo como si no hubiese existido, así que decidí darles un uso. Donde yo
había fracasado mi ejército triunfó, consiguió ayudar, salvar gente. A la larga
lo mantuve por eso y por eso estoy aquí, porque me salté las normas para poder
hacer el bien. Solo quiero decirles que no soy responsable de nada de lo que
pasó, yo soy la verdadera víctima que se vio arrastrada a esta situación.