Miró el reloj, dentro de un minuto
daría la hora; todo dependía de aquel momento, si algo fallaba, aunque fuese lo
más mínimo, estaban perdidos. Miró por la ventana, todo parecía tranquilo,
quizá demasiado tranquilo; nada indicaba lo que podía pasar, lo que seguramente
pasaría. No debía pensar eso, había colaborado, había supervisado parte del
plan, lo había ideado; así que debería estar convencido de su efectividad, pero
no; conocía todos los detalles, conocía todos los puntos débiles, todas las
cosas que podían fallar; y eran bastantes ¡Demasiadas! No habían tenido tiempo,
contaban con lo que habían podido hacer en un par de días; pero ¡No bastaba! Lo
habían vendido como una solución mágica, como que se arreglaría todo sin
problemas, como si no hubiese posibilidad de fallos. Pero no era así, no;
realmente era puro azar, podía salir o no salir, dependía de demasiados
factores…
Volvió a mirar el reloj; treinta
segundos, solo treinta segundos; el futuro, su futuro, podía acabarse en solo
treinta segundos. Ya no había tiempo, no había tiempo de reparar fallos, no
había tiempo de nada; solo se podía esperar, quedarse parado, esperar, esperar
durante treinta interminables segundos. Miró una vez más por la ventana; se
mantenía la calma, esa calma tensa que precedía a aquel momento. No había nadie
en la calle, no se veían coches, todas las tiendas estaban cerradas, ni
siquiera se oían pájaros; solo un silencio aterrador, que frenaba el tiempo,
que lo detenía; haciendo que los segundos se convirtiesen en horas, en días.
Miró hacia la playa, después de la arena ya no estaba el mar, se encontraba la
construcción que pretendía salvarles; su última esperanza, su gran logro o su
peor fracaso, eso se descubriría en breve, unos pocos segundos para ver si
ganaban o perdían la partida; pero esto no era un juego. Aquí no tenían varias
vidas, aquí si perdían no podían volver a empezar el juego; solo tenían una
oportunidad y las cartas ya estaban echadas. Los segundos pasaban y parecía que
nada cambiaba, no había ninguna muestra de lo que estaba previsto que pasara.
Alguien que no supiese lo que iba a pasar no notaría nada, pensaría que era un
día más. Pero cualquier persona informada podía ver cómo todos los pájaros se
habían marchado, cómo el mar se había alejado, notaría la tensión del momento e
intentaría alejarse, marcharse lejos; pero no le quedaría tiempo.
Miró por tercera vez el reloj,
apenas quedaba tiempo, se escapaba. Solo había cinco segundos que corrían
lentamente. El corazón le latía muy rápido en comparación con el lento sonido
del segundero. No había tiempo. Tic, Pum-pum,
Pum-pum, Pum-pum, Pum-pum, Tac.
Cuatro segundos. Tic. Miró por la
ventana, el mar había retrocedido al máximo y detrás de la obra recién
construida se veía una gran extensión de arena blanca. Pum-pum, Pum-pum,
Pum-pum, Pum-pum, Tac.
Tres segundos. Tic. El mar empezó a levantarse
creando un muro de muchos metros, se asustó, ahora parecía más grande que en
las simulaciones, empezó a temblar ¿Serviría la solución o estaban condenados? Pum-pum, Pum-pum,
Pum-pum, Pum-pum, Tac.
Dos segundos. Tic. El muro de agua
estaba avanzando hacia la orilla, parecía que cada vez era más grande, y se estaba
acercando para darles un enorme, húmedo y mortal abrazo. Pum-pum, Pum-pum,
Pum-pum, Pum-pum, Tac.
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