domingo, 6 de marzo de 2016

Construyendo una mascota



Cuando Erundino García era un niño siempre quiso tener una mascota diferente, única. Veía a los otros niños paseando a sus perros, su gatos incluso sus hurones y pensaba que eso no era para él. No comprendía por qué querían acariciar una cobaya o un hámster, que para él no era nada más que una simple bola de pelo. No quería una serpiente o un lagarto cualquiera que podía conseguir rebuscando por el campo. Él quería algo único que nadie más pudiera tener. Por eso cuando tenía treinta años hizo lo que hizo. Hoy en día solemos considera que fue una estupidez, la decisión más destructiva jamás tomada; pero entonces solo fue el deseo imposible que un niño no podía llevar a cabo hecho realidad.

Erundino Tenía acceso a un precioso laboratorio de última tecnología dado su trabajo, pero lo más importante, siempre había tenido una gran imaginación. No sabemos exactamente por qué, un día decidió rescatar su sueño de juventud para llevarlo a cabo. Lo primero que hizo fue comprarse huevos de cocodrilo, evidentemente no era su mascota ideal, pero los necesitaba, un punto de partida perfecto para su pequeñín. Durante meses se dedicó a buscar en bases de datos de genomas. Al final, cuando cualquier otro se hubiera desesperado mucho antes ante la inmensidad de los resultados, él consiguió aislar todo lo que necesitaba.

Según lo que cuentan los diarios que se han podido recuperar y que escribió sobre su “mascota” en aquel momento había seleccionado genes de más de media docena de animales. Genes de murciélago para crear las alas, de gato para los ojos, de ciervo para los cuernos, de caballo para la cabeza y el cuerpo, de jirafa para el cuello, de lagarto ocelado para que las escamas que lo recubrirían todo, el sistema defensivo del escarabajo bombardero y muchos más para crear un metabolismo perfecto. Erundino era concienzudo y se aseguró de que su mascota fuera resistente a enfermedades y a ataques, el animal más blindado que jamás había existido.

Cuando ya hubo seleccionado todos los elementos los junto con la ayuda de las mejores herramientas de ingeniería genética que tenía al alcance y así entre sistemas CRISP, dedos de zinc y enzimas de restricción consiguió unos preciosos cromosomas que delicadamente introdujo en sus huevos de cocodrilo.

Unos meses después su mascota nació. Un diminuto dragón de escamas brillantes, un sueño hecho realidad y una pesadilla por venir. Erundino le puso un nombre ridículo a la criatura, ñoño y adorable, del estilo de llamita o fuegecito, un nombre que por suerte ya no se recuerda. Cuido de su criatura como si fuera un perrito y en cuanto pudo moverse con libertad lo enseñó al mundo. La sociedad se maravilló con lo que estaban viendo, era una leyenda que había cobrado vida gracias a la ciencia, un ser que parecía dulce con sus ojos enormes y cariñoso cuando Erundino Le acariciaba la tripa desprotegida.

Pronto todos los niños quisieron su propio dragón, un perro corría meneando la cola por un palito, un gato ronroneaba y caminaba con elegancia, un lagarto era tranquilo y paciente; pero el dragón hacía todo eso y mucho más. Erundino hizo variaciones en su diseño y empezó a vender los huevos, ahora había más colores y más tamaños; una especie única nacida de la nada. Enseguida su creador se hizo de oro, las ventas ascendían a millones y las bolsas se arrodillaban ante él. Por aquel entonces era un héroe, un tiempo después el mundo dejó de ser tan ingenuo.


Los problemas llegaron después. Los dragones eran animales voladores y como cualquier pajarillo tenían la tendencia de marcharse a dar una vuelta volando. Pero no es lo mismo una cotorra fuga, que ya daba problemas que un animal de más de medio metro de envergadura capaz de escupir ácido hirviendo cuando se enfadaba.

Las poblaciones de dragones silvestres crecieron rápidamente en las grandes ciudades. Al principio solo era una molestia para los vecinos, no podían dejar ropa en la ventana porque acababa en llamas, no podían dormir por las noches por el ruido de las alas y tenían que tener cuidado para no pisar mierda de dragón cuando salían de casa. Pero pronto todo empeoró, los dragones tendían a formar grandes colonias que ocupaban las azoteas de los edificios. Como eran animales carnívoros atacaban a palomas y gatos asilvestrados, pero esa fuente de alimento acabó agotándose, ese fue el momento en el que el mundo se hundió del todo.

Sin nada que poder comer los dragoncitos se lanzaron hacia la única fuente de carne todavía existente, los humanos. Lo primero que se oyó fueron unos pocos ataques a niños solitarios, nada que se pudiera confirmar porque nunca se encontraron los cuerpos. Cogieron práctica y después llegaron los adultos despistados, algunos de los cuales sobrevivieron para contar lo que había pasado, mordisqueados y quemados pero todavía capaces de hablar.

La situación estaba fuera de control así que los gobiernos decidieron actuar, evacuaron las zonas más afectadas y reasentaron a sus habitantes, al menos a los que todavía estaban vivos. No sirvió de nada, los dragones simplemente volaron a otro lugar. Se respondió intentando atacar a las criaturas, pero estaban demasiado bien diseñadas, Erundino se había encargado de eliminar todos los defectos evolutivos que hacían al resto de seres vivos vulnerables; unos pocos morían pero mayoritariamente sobrevivieron.

No quedaba ninguna solución. Los humanos huimos, nos escondimos donde pudimos pero dio igual, eran rápidos e inteligentes, nos encontraban y nos comían y sino era peor, se comieron nuestro ganado, nos dejaron morir de hambre. Hoy solo quedamos unos pocos, la tierra apenas tiene vida animal y todo es culpa de Erundino García, el hombre que destruyó el mundo.