domingo, 30 de noviembre de 2014

La pregunta




Se abrochó la capa y se colocó la capucha. Respiró hondo. No quería hacerlo, pero así es la vida; el príncipe no salva a la princesa, el villano no se vuelve bueno, el héroe no destruye al mal y él debía hacerlo.
¿Qué harías para salvarte a ti mismo? No podía sacarse la pregunta de la cabeza. Aunque lo peor no era la pregunta; era su respuesta, lo que estaba dispuesto a hacer. Estaba dispuesto a matar.
Ya no podía echarse atrás aunque quisiera, así que continuó con su plan. Cogió el cuchillo y lo observó detenidamente, iba a ser su arma; tenía la hoja mellada y oxidada, realmente daba pena mirarlo con su mango de madera rajado y manchado de grasa; pero era mortal. Estaba preparado, no podía retrasarlo más por mucho que quisiera. Volvió a respirar hondo y salió de la casa. Estaba fuera, ya no podía volver a entrar.
Avanzó lentamente abrigado por la noche. Se sentía observado, eran ellos, lo sabía. Aunque miró a su alrededor no vio nada; pero sabía que estaban ahí, controlándole, asegurándose de que lo hacía, cortándole la huida. Continuó avanzando, angustiado por su misión, angustiado por los vigilantes. Había luna nueva y apenas veía nada. Caminaba siguiendo los senderos que conocía de toda la vida, fiándose de su experiencia; pero esa noche todo le parecía diferente, como si fuera la primera vez que pisaba ese suelo.
Llegó a la choza enseguida. Esperaba haber tardado más, pero los nervios le habían traicionado y habían hecho que fuera más rápido que de costumbre. Miró la construcción, apenas se podía considerar que fuera una casa, estaba fabricada con ladrillos de adobe que con el tiempo y la lluvia se habían agrietado y en vez de puerta tenía una cortina de cuentas. Se acercó despacio, luchando contra su propia reticencia. Pensó salir corriendo, pero al volver la vista atrás le pareció ver a un  hombre acechando entre las sombras. Si no lo hacía, él sería el muerto.
Respiró hondo por tercera vez. Se armó de valor y entró atravesando la cortina. Vio un jergón en el fondo de la estancia con un cuerpo encima. Era su víctima. Era un hombre de unos veintidós veintitrés años; no excesivamente alto pero tampoco bajo; su pelo, que caía en mechones grasientos sobre la almohada era de color castaño oscuro; y el pobre hombre estaba tan delgado que parecía no haber comido en días. Se aproximó pisando con cuidado para no hacer ruido. Observó su rostro: tenía los ojos cerrados pero pudo apreciar que eran grandes al igual que las pestañas; no tenía barba, solo unos pocos pelos hirsutos que le crecían en la barbilla y las mejillas; tenía los pómulos marcados y su nariz era pequeña y puntiaguda, solo un trazo poco definido. Lo observó pensando que iba a ser la última persona que mirara a ese hombre.
Sacó el cuchillo. Su hoja resplandecía levemente por la luz de las estrellas que se filtraba por el techo de paja. Lo aproximó al cuerpo dormido. Empezó a bajar el arma para clavarla con fuerza. Se paró en seco cuando le quedaban un par de centímetros para hundirlo. La pregunta seguía resonando en su cabeza. ¿Qué harías para salvarte a ti mismo? Su respuesta había sido matar ¿Pero seguía siendo esa? ¿Seguía estando dispuesto a hacerlo? Miró el cuerpo tendido a sus pies, indefenso. Se agachó lentamente.
-¡Corre! Márchate de aquí- Susurró al hombre dormido
Este se levantó de un salto, observó el cuchillo que todavía llevaba en la mano y salió por la ventana desvaneciéndose en la noche. No había podido. Hasta el último momento había creído que sería capaz, pero no. La conciencia había podido sobre la vida. La cortina de cuentas tintineó a su espalda. No se molestó en girarse, ya sabía quién era.
-Has tomado una mala decisión- dijo la voz a su espalda- Ya sabías que alguien tiene que morir esta noche.
Respiró hondo por última vez.

domingo, 23 de noviembre de 2014

No estamos solos



El cielo está lleno de estrellas, todas ellas únicas, todas ellas inalcanzables. Levantamos la mirada por la noche y las vemos: brillantes, pequeñas, lejanas en el tiempo y en el espacio. Algunas ya habrán muerto y muchas otras habrán nacido, y sin embargo cada vez que las observamos no podemos evitar preguntarnos cuál es su historia. ¿Tendrán planetas girando a su alrededor? ¿Crecerá algún ser bajo su luz? Quizá si, quizá no; seguramente nunca lo sabremos, pero aun así llevamos siglos inventándonos la respuesta y continuaremos haciéndolo durante milenios.
Miró a su interlocutor, estaba nervioso y parecía no haber escuchado nada de lo que decía.
-¡No es una invención! ¿Por qué no me escucha? Las pruebas están aquí. Son reales ¡Tóquelas! ¡Huélalas! ¡Mírelas! ¡Compruebe todo lo que quiera! No estoy loco, no busco protagonismo: simplemente ¡HE DETECTADO UN MENSAJE ALIENÍGENA!
Mientras gritaba dejó un fajo de papeles encima de la mesa. Los curioseó, no parecían gran cosa, una trasmisión de radio sin sentido, simple estática en su opinión por mucho que ese individuo dijera que era una lengua extraplanetaria. Y luego estaba su gran prueba, no había podido evitar reírse cuando lo había visto por primera vez, era un disco de metal dorado con unos garabatos sin significado, por supuesto nada parecido a las instrucciones para construir un comunicador como decía él.
-Yo miro esto y no encuentro ninguna prueba concluyente de vida en otro planeta, solo una baratija comprada en un mercadillo.
-¡Baratija! ¿Baratija? Eso es un disco arrancado de la sonda que ellos han enviado para contactar con nosotros. Yo mismo lo cogí de ahí.
-¿Sonda? No habías hablado de ninguna sonda hasta este momento.
Lo miró y le dio pena, su mentira no funcionaba y tenía que añadir datos sobre la marcha para que todo cuadrase; en poco tiempo empezarían a aparecer las contradicciones y se derrumbaría al conocer la verdad.
-Claro que hay una sonda, la que emitía la señal. Te la puedo mostrar, se dónde está ¡Acompáñame y lo verás!
-Si te acompaño y descubres que no hay ninguna sonda, que nada ha venido del espacio ¿Qué dirás? ¿Dirás que alguien la ha escondido para que no se sepa la verdad o aceptaras que nunca ha existido, que todo es fruto de tu imaginación?
-Reconoceré la verdad, y la verdad es que estará ahí.
Quizá fuese lo que necesitaba, enfrentarse a la verdad. Lo único que esperaba era que ese lugar estuviese cerca, tenía trabajo auténtico que hacer; no quería encargarse de ese loco eternamente. Aún no sabía por qué le había tocado a él hacer de niñera. ¿No había otro astrónomo menos ocupado? Debía ser que no, porque cuando el chiflado había llegado al observatorio diciendo que tenía pruebas de vida en otros planetas se lo habían endosado a él. Cómo no.
-Vayamos a buscar tu sonda. Tú me dices donde está.
***
No podía estar cerca. No. Tenía que estar a más de una hora de distancia de cualquier sitio civilizado. Era un paraje deprimente; un acantilado de piedra gris donde no crecía ninguna planta, lo único vivo eran unos líquenes amarillentos. Siguió al loco con cuidado, el terreno era escabroso y a cada paso que daba corría el riesgo de caerse.
-¡Ahí está!
El hombre estaba señalando un punto en la lejanía. Intentó mirar hacia él, pero el sol incidía directamente en sus ojos y no podía distinguir nada. Continuó avanzando, dispuesto a demostrar por fin que toda aquella historia no era real, y entonces lo vio. Lo primero que pensó fue que era un montón de chatarra, pero tras un segundo vistazo supo que no era algo más. Su pieza principal parecía ser una parabólica blanca que estaba unida a algún tipo de cuerpo cilíndrico de metal. En ese cuerpo se podía apreciar el lugar del que se había extraído la “baratija” que a su vez tenía debajo otro disco dorado más fino, hecho tal vez de algún derivado del petróleo; además se veía una placa con símbolos extraños que podían tener algún significado. Por último se fijó en que el artilugio había tenido patas y otros objetos externos que con el aterrizaje se habían convertido en meros hierros retorcidos. Dejó que transcurriera el tiempo, caminó a su alrededor, lo tocó, lo observó.
Por mucho que le doliera admitirlo esa tecnología provenía de otro planeta. No había querido creérselo, pero la sonda estaba ahí, obligándole a replantearse su opinión. Siempre había pensado que nunca se sabría si había vida en otros lugares, pero en ese momento tenía la prueba ante sus ojos. Levantó la vista y miró el cielo. Allí arriba, miles de años atrás, tan lejos, alguien había lanzado aquel objeto con la esperanza de que fuera encontrado, y en aquel mismo momento se había cumplido su destino. Paseó la mirada por las estrellas, preguntándose cuál sería el hogar de ese milagro, y casi sin darse cuenta sus ojos se pararon en él: un pequeño planeta azul que sus habitantes llamaron Tierra.

domingo, 9 de noviembre de 2014

El bosque



Se paró. Dejó que el aire le hiciera ondear el pelo a la espalda. Disfrutó de la sensación de libertad que le proporcionaba ese momento: notar como cada uno de los mechones latigueaba en una dirección, sentir como se le enrojecían las mejillas por la caricia del viento, apreciar el susurro de las hojas agitadas sin parar. Disfrutó de esos segundos maravillosos que parecían extenderse de forma infinita. Disfrutó temiendo que el momento terminara y la realidad volviera llevando consigo las prisas y el ruido del mundo. Abrió los ojos y miró al cielo, vio una bandada de estorninos volando a través de las nubes, dibujando una flecha con sus cuerpos negros.
Sonó una alarma. La magia del momento se rompió para siempre. La realidad regresó, imponiéndose a cualquier sensación de paz o tranquilidad que hubiera antes. La alarma seguía sonando, avisándole de que debía marcharse. Volvió a andar mientras miraba a su alrededor. Conforme avanzaba la masa de árboles iba disminuyendo, convirtiéndose en un mero recuerdo de naturaleza en mitad de la incontestable presencia del metal. Adoraba visitar el bosque siempre que podía, todos los meses compraba todo el tiempo de estancia que tenía disponible. Cada vez el gobierno sacaba menos horas a la venta y resultaba más difícil comprarlas. Aun así debía considerar que tenía suerte, vivía al lado de bosque más grande del planeta con más de 20 hectáreas, la mayor parte de la gente visitaba un bosque una única vez en su vida, con suerte; ella lo hacía una vez al mes.
El despertador sonó, eran las cinco de la mañana. Se vistió deprisa, tropezando al ponerse el pantalón. No desayunó, ya lo haría más adelante. Salió corriendo de casa. Eran las cinco y media cuando llegó a la oficina gubernamental, aún no habían abierto pero ya se podía ver a un par de personas esperando en la puerta. Se puso a la cola y esperó. A las siete de la mañana abrieron las puertas. Había hecho bien en llegar pronto, a su espalda se había formado una cola muy larga, vio familias enteras con niños somnolientos y millonarios con traje. Nada más abrirse la entrada el panel luminoso le indicó que tenía disponible el mostrador número 3. Se situó delante del vendedor y se dispuso a realizar la compra:
Buenos días, bienvenida a la oficina gubernamental de ventas. Aquí encontrará a su disposición múltiples servicios y artículos de venta controlada –dijo el hombre antes de que diera al pulsador solicitando sus servicios –hoy puede comprar de forma exclusiva una consulta sanitaria a mitad de precio o reservar nuestro nuevo producto: una auténtica hoja de papel
Perdone –le interrumpió como pudo –venía a comprar tiempo de estancia en la reserva natural amazónica
Siento comunicarle que a raíz del decreto B3-37-2092 se anula la excepción 5-42 del decreto D2-41-2079 con lo que se prohíbe de forma tajante cualquier visita a las reservas naturales.
Se sintió decepcionada ¿No iba a poder visitar el bosque nunca más? ¿Por qué hacían eso? Su vida le estresaba y su visita mensual al bosque era el único momento de paz que había logrado encontrar, pero ahora se lo arrancaban de las manos. A su alrededor la noticia empezaba a hacer efecto; varias personas, las identificó como compradores habituales, estaban vociferando y exigiendo explicaciones sobre la medida; en poco tiempo el ambiente se había caldeado, la mayor parte dela gente estaba ahí para comprar tiempo de estancia, recorrían kilómetros solo para estar en esa oficina y cuando llegaban se encontraban que todo había sido inútil, normal que se enfadaran. Se marchó, no hacía falta ser muy inteligente para saber que alguien insultaría a uno de los vendedores, este llamaría a seguridad, una persona empujaría al de seguridad y este llamaría a la policía; y ella no quería estar ahí cuando pasase.
Había pasado una semana desde que no pudo comprar tiempo de estancia. En la tele habían dicho que la medida intentaba impedir la aparición de desprecio hacia la vida urbana y la consiguiente bajada de productividad. A pesar de eso seguía siendo incapaz de comprender la medida. Un momento de descanso no podía ser antiproductivo. Ella lo necesitaba. Llevaba días pensando que no volvería a aquel lugar, que no podría sentir esa libertad de nuevo y le resultaba insoportable. Nunca se había saltado una sola norma, pero no podía más; no podía esforzarse, dar su vida por la sociedad, cuando esta no le devolvía nada a cambio; únicamente le quitaba sus derechos para poder exprimir más su trabajo. No podía. Iba a saltarse las normas, a hacer algo ilegal. Tampoco pensaba cometer un gran delito; solo quería volver al bosque una última vez, sin tiempo límite, sin hora de llegada, sin itinerario; libre. No iba a ser fácil, todas las entradas estaban vigiladas de forma informatizada y algunos árboles incluían sensores de movimiento, pero tenía una gran ventaja: conocía el lugar. Estaba decidido, la semana siguiente entraría en el bosque.
La luz iba cayendo lentamente, dejando que el cielo pasara de un dorado brillante a un púrpura oscuro antes de que las farolas se encendieran dibujando círculos blancos en el suelo. Era el momento. Se levantó del banco en el que había estado sentada y caminó tranquilamente en dirección al parque. Durante esos días había desarrollado un plan para entrar. Todo el perímetro estaba vigilado a excepción de un punto: el rio, esa sería su puerta de entrada. Cuando llegó a la orilla se quitó la ropa lentamente, guardándola con cuidado en una bolsa impermeable que llevaba para ese propósito. Se sumergió de un salto en el agua helada y agitó con fuerza sus piernas desnudas para bucear lo más rápido posible. Cuando sus pulmones ya no podían más y sentía la imperante necesidad de inhalar aire subió. Estaba dentro del bosque. Se vistió deprisa porque la humedad y el frío de la noche le estaban poniendo la piel de gallina. A esas horas el lugar parecía distinto, más siniestro; pero también tenía una belleza única. La escasa luz que llegaba se reflejaba en las hojas de los árboles perfilando su contorno con un conjunto de manchas plateadas. Escuchó, el silencio propio del lugar parecía más intenso, más auténtico. Empezó a andar despacio, dejando que sus pies le llevaran como movidos por la inercia. Mientras paseaba fue acariciando con suavidad la corteza de los árboles: Algunos eran ásperos, otros lisos; sintió las cicatrices de varios, símbolo de los años que habían vivido, desde antes de que ella naciera; mucho antes. Disfrutó de las maravillas de ese lugar, su paraíso particular.
Continuó avanzando tranquilamente, sin necesidad de seguir los senderos; hacia el corazón del bosque. Se paró de golpe. Algo había perturbado su paz…, un sonido ¿Era una máquina? ¿Qué podía hacer ahí? Siguió con cautela el sonido, procedía de una zona elevada. Vio una enorme excavadora arrancando los árboles de raíz y desechándolos sin ningún cuidado a un enorme contenedor ¡Estaban destruyendo el bosque! Se quedó observando la operación boquiabierta, hipnotizada por la destrucción que estaba teniendo lugar. Vio como la pala de la excavadora se hundía en la tierra y subía levantando una gran nube de polvo mientras un tronco centenario se derrumbaba contra la hojarasca del suelo, despidiéndose de la existencia.
Triste ¿Verdad? –dijo una voz a su espalda
Se volvió rápidamente. El que había hablado era un anciano de casi ochenta años que se apoyaba en una gayata ¿Cómo habría podido entrar?
Si, mucho. Entonces ¿Prohibieron la entrada para hacer esto? ¿Mintieron al decir que querían aumentar la productividad solo para que la gente no protestara? ¿Para qué no se supiera lo que iban a hacer?
Claro –dijo el anciano tranquilamente
Pero ¿Para qué lo hacen?
– ¿Para qué se hacen las cosas? Para sacar un beneficio. Despejan una parte del bosque y construyen un edificio de viviendas de lujo en el terreno, además utilizan los troncos para fabricar papel que venden como artículo de lujo.
Estaba sorprendida, no entendía como podían destruir la mayor reserva natural del planeta solo para ganar dinero; no comprendía en absoluto que fueran capaces engañar a la ciudadanía que representaban para poder beneficiarse
¿Cómo son capaces de hacerlo? –preguntó
Nadie le contestó. Miró para atrás, el anciano se había ido tan sigilosamente como había llegado. Solo quedaba un papel en el suelo que ponía: REBELATE.

viernes, 7 de noviembre de 2014

83%



3/3/2030                                                        23:59
Informe automático del sistema:
-        Habitantes totales------------------------- 11.530.731.353
-        Nº Operaciones exitosas-------------------- 34.592.194.067
-        Nº Operaciones fallidas--------------------------------- 1
-        Porcentaje de éxito------------------------------- 100,00%
-        Beneficios totales--------------------- 17.293.037.033,50$
Scott&O.SetemCompany™2029


4/6/2030                                                        23:59
Informe automático del sistema:
-        Habitantes totales------------------------- 15.732.219.844
-        Nº Operaciones exitosas-------------------- 41.324.616.028
-        Nº Operaciones fallidas--------------------- 4.591.624.003
-        Porcentaje de éxito-------------------------------- 90,01%
-        Beneficios totales--------------------- 20.662.308.014,00$
Scott&O.SetemCompany™2029


5/6/2030                                                        23:59
Informe automático del sistema:
-        Habitantes totales-------------------------- 9.865.315.662
-        Nº Operaciones exitosas-------------------- 47.712.129.452
-        Nº Operaciones fallidas--------------------- 5.866.904.183
-        Porcentaje de éxito-------------------------------- 89,05%
-        Beneficios totales--------------------- 23.856.064.725,50$ Scott&O.SetemCompany™2029



6/6/2030                                                        23:59
Informe automático del sistema:
-        Habitantes totales---------------------------- 542.681.232
-        Nº Operaciones exitosas-------------------- 49.651.325.120
-        Nº Operaciones fallidas--------------------- 9.322.634.435
-        Porcentaje de éxito-------------------------------- 84,19%
-        Beneficios totales--------------------- 24.825.662.565,00$
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5/9/2031                                                        23:59
Informe automático del sistema:
-        Habitantes totales--------------------------------- 99.158
-        Nº Operaciones exitosas--------------------------------- 0
-        Nº Operaciones fallidas--------------------------------- 0
-        Porcentaje de éxito------------------------------- 100,00%
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14-12-2041
Hace diez años del gran desastre. Hoy quedamos menos de un millón de personas distribuidas por todo el planeta, en muchos casos totalmente solos. Lo más probable es que dentro de unos pocos años ya no quede ningún humano en la Tierra, habremos muerto todos los que resistimos, pero si por un casual la especie sobrevive quiero que conozcan lo que pasó, y por eso empiezo a escribir esta historia. La historia de un error, la historia de la inconsciencia de la humanidad. Quizá un lector del futuro se pregunte quién fui yo, la voz de su pasado; aquí no encontrará la respuesta, yo no importo, solo soy un observador.
Todo empezó en dos mil veintinueve, cuando apareció un invento totalmente novedoso. El uno de febrero de ese año, en una pequeña tiendecita de Cáceres, España, salió a la venta lo que llamaban: “conjunto de dos bases de teletransporte” de la compañía Scott&O.SetemCompany, empresa que no existía hasta entonces. Los primeros días nadie les prestó atención, pero antes del uno de marzo ya se habían vendido más de mil pares de bases entre Cáceres y otras ciudades donde habían empezado a encontrarse, y se podía ver a personas teletransportandose, porque las bases funcionaban realmente, y con ello llegó nuestra perdición.
Yo no soy un experto en física, no sé cómo funciona el teletransporte, no sé si los expertos llegaron a saberlo; solo sé que uno se subía a su base, seleccionaba la base a la que quería llegar y ahí estaba; sin andar, sin cansarse, sin riesgo de accidentes, o eso creíamos. Al principio solo podías “portarte”, se llamó así, a la pareja de tu base, la que habías comprado, pero en mayo de 2029 eso cambió.
Scott&O.SetemCompany                                             
Estimado cliente:
Sentimos comunicarle que a partir de mañana, día 14 de mayo de 2029, a las doce del mediodía quedará rescindido el contrato de usufructo del servicio de reubicación espacial instantánea bipuntual que usted mantiene con la compañía Scott&O.SetemCompany de acuerdo con la cláusula 5.2. En caso de que usted no se encuentre satisfecho con la resolución tomada por la compañía puede presentar una reclamación en nuestras oficinas centrales.
La compañía Scott&O.SetemCompany no desea que las relaciones comerciales que mantiene con usted acaben aquí, por lo que le ofrece un nuevo servicio que saldrá próximamente al mercado. Nuestro nuevo servicio de prepago de reubicación espacial instantánea multipuntual. Lo que le permitirá desplazarse sin gasto de tiempo por más de 1.000.000 puntos, y creciendo, distribuidos por todo el planeta. Y todo eso por cinco dólares al contratar el servicio más 0,5$ por “porte”
                         Atentamente el director del servicio jurídico
Con ello acababan de cambiar todo el sistema, una persona podía “portarse” a cualquier base, no solo a la pareja de la suya, tenía todo el mundo a un botón. Pero eso suponía un problema, la mayor parte de la gente había instalado las bases en sus casas y ahora cualquiera podía entrar; los robos aumentaron rápidamente hasta que se instalaron medidas de seguridad alrededor de las bases, cortesía de Scott&O.SetemCompany .
El éxito del “servicio de prepago de reubicación instantánea multipuntual” fue inmediato, el precio era muy barato y la gente enseguida lo contrataba. Después de la imparable subida de los precios de combustible que ocurría desde hace más de una década, poder prescindir del coche suponía un alivio para mucha gente. Esto llevó a la instalación de nuevas bases, había una en cada esquina y se usaban para ir a la manzana de enfrente, para no tener que andar para comprar el pan, para pasar la mañana en las cataratas de Iguazú y visitar la gran muralla por la noche. Las aerolíneas y las fábricas de coches quebraron, muchas agencias de viajes también.
En septiembre la gente ya dependía totalmente de los “portes”, se calculó que cada persona hacía una media de tres “portes” al día. Solo unos pocos locos se negaban a utilizar el teletransporte, pero nadie les hizo caso, el servicio era perfecto, el porcentaje de éxito era el 100% y la empresa sostenía que en el peor de los casos sería del 83%. Por desgracia el dato que tranquilizaba a la población era el que predecía el desastre.
La situación se mantuvo estable durante meses, hasta el tres de marzo del año siguiente. Fue un día normal, nadie supo siquiera lo que había pasado durante varios años, pero fue el principio del fin. Lui Yen, ciudadano de Hong Kong, decidió “portarse” desde su casa a la oficina donde trabajaba, a dos manzanas de distancia, pero nunca llegó; bueno, sería más exacto decir que no llegó como debería. En el momento en el que tendría que haber llegado, en la base de su oficina apareció un bloque de carbón en un gran charco de agua. Más adelante los técnicos de Scott&O.SetemCompany comprobaron que los elementos del bloque coincidían perfectamente con los de un ser humano, aquello era lo único que quedaba del señor Yen. La compañía ocultó inmediatamente este incidente, por lo que la gente siguió “portándose” sin parar, ajena a lo que le esperaba.
Por lo que he podido averiguar, no se produjo ningún incidente más hasta el cuatro de junio, el día que todo empezó a fallar de verdad. Los informes de la compañía indican un éxito del 90,01%, superior al límite inferior del que habían hablado, pero suficientemente bajo para provocar cuatro mil millones de muertes en un solo día. Fue todo un desastre.
Seguramente el que lea esto pensará que un suceso así supondría la clausura inmediata de todas las bases de teletransporte, pero como he dicho antes, se había creado una dependencia total a este servicio, por lo que se decidió seguir usándolo con la promesa de Scott&O.SetemCompany de revisar sus sistemas y solucionar el problema. Esta no solución de compromiso llevó a que en dos días muriesen alrededor de quince mil millones de personas. En poco tiempo la gente dejó de “portarse” para siempre, pero ya era demasiado tarde, solo quedábamos unas pocas personas, aisladas en mitad de la nada.
Con el tiempo nos hemos ido buscando entre nosotros. Internet funcionó al menos un año hasta que cayó por falta de mantenimiento, pero durante ese tiempo conseguimos localizarnos los 101.031 supervivientes. Sé que en Australia han nacido algunos niños, quizá sean el germen de una nueva humanidad; pero para mí eso ya no importa. Mi historia acaba aquí, lo que venga después lo tendrán que escribir otros.